6.12.10

Video: Vuelo sobre Hiperión, la extraña luna de Saturno



La sonda Cassini obtiene unas impresionates imágenes de este mundo, cuyo origen todavía es un misterio para los investigadores


josé manuel nieves / madrid
Día 06/12/2010 - 12.42h






Una selección de imágenes de la sonda Cassini, procesadas por ordenador, son la base sobre la que se ha elaborado este vídeo, que muestra la reciente aproximación de la nave a Hiperión, una peculiar luna de Saturno. El pasado 28 de noviembre, la Cassini pasó a unos 75.000 km. del extraño satélite, y realizó decenas de imágenes en alta resolución.

Hiperión es una de las lunas más extrañas de Saturno. Su textura "esponjosa" y su forma irregular siguen siendo un misterio para los investigadores, que piensan que, a pesar de su tamaño (360×280×225 km), se trata del fragmento de un satélite mucho mayor, uno que debió de sufrir un gran impacto en el pasado y romperse en mil pedazos.

Su característica principal es un gran cráter, de más de 120 km. de diámetro y casi 10 km. de profundidad, que destaca sobre su agujereada superficie. Como si fuera un gigantesco queso de gruyere, Hiperión tiene una textura porosa, con hoyos y huecos de todos los tamaños, incluso debajo de la superficie. Lo cual le confiere la extraordinaria característica de que, a pesar de ser un objeto sólido, una mezcla de hielo y roca, solo tiene la mitad de la densidad del agua.



21 días de órbita

Hiperión gira alrededor de Saturno a una distancia media de un millón y medio de km. y tarda algo más de 21 días en realizar una órbita completa. No resulta extraño que, dadas sus peculiaridades, la NASA decidiera que la Cassini realizara "una pasada" para observarlo más de cerca.

Para realizar el vídeo, se han procesado muchas de las imágenes obtenidas durante la aproximación, que tuvo lugar el pasado 28 de noviembre. Los saltos, probablemente, se deben a las maniobras que iba realizando la sonda para mantener centrado su objetivo. Pero el resultado es realmente espectacular. El séptimo satélite de Saturno (por orden de distancia), se va haciendo más grande a medida que la sonda se aproxima a él. La Cassini enfocó sus cámaras hacia Hiperión cuando aún se encontraba a 140.000 km. de distancia y se acercó hasta algo más de la mitad de esa distancia.
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La nave espacial secreta de EE.UU. regresa de su misteriosa misión

Ha pasado nueve meses en el espacio sin que el Pentágono haya dado explicaciones

ABC / madrid
Día 06/12/2010 - 16.55h



AFP
El minitransbordador aterrizó el viernes en la base aérea Vandenberg, en California


Una de las misiones más secretas y misteriosas del Ejército de los Estados Unidos acaba de concluir. La pequeña nave espacial X-37B, conocida como «Baby-shuttle», ha regresado a la Tierra después de pasar nueve meses en el espacio con una misión desconocida. La Fuerza Aérea de Estados Unidos se ha esforzado por mantener en secreto los objetivos de la misión del aparato, que muchos han relacionado con el espionaje, pero no pudo guardar a buen recaudo las coordenadas de su posición. El avión no tripulado fue descubierto en el cielo en varias ocasiones por astrónomos aficionados, quienes no dudaron en hacer públicas las coordenadas. Internet se llenó de fotografías y vídeos del aparato, lo que supuso un golpe al orgullo del Pentágono.
El vehículo, lanzado desde Cabo Cañaveral el pasado mes de abril aterrizó el viernes en la base aérea Vandenberg, en California. El proyecto fue iniciado por la NASA a finales de 1990, pero luego quedó en manos de los militares. En un principio, estaba diseñado para probar las tecnologías destinadas a las naves espaciales de nueva generación, pero tanto secretismo por parte del Pentágono desató los rumores sobre su auténtica misión, que ha sido relacionada con el espionaje a países árabes.



Bloqueo informativo

La Fuerza Aérea impuso un bloqueo informativo sobre las actividades del X-37B en órbita, pero fue seguido por observadores amateurs. La nave parece un transbordador espacial, con una forma similar y una bodega para la carga y experimentos, pero sus medidas son muy diferentes. No llega a los 9 metros de largo y tiene 4,5 de envergadura, frente a los 37 por 23,8 meros de los transbordadores habituales. Además, a diferencia de estos últimos, que solo pueden permanecer en órbita dos semanas, el «Baby-shuttle» es capaz de pasar nueve meses ahí arriba y aterrizar de forma automática en una pista.



Tomado de:
http://www.abc.es/20101205/ciencia/nave-espacial-secreta-regresa-201012051739.html
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La NASA anuncia el hallazgo de una "forma diferente" de vida

De Jose Manuel Nieves (el 02/12/2010 a las 12:05:22, en Ciencia)



Hace dos días, la NASA convocaba para hoy una rueda de prensa con el objeto de dar a conocer "un hallazgo en astrobiología que tendrá un gran impacto en la búsqueda de pruebas de vida extraterrestre". Se dispararon las especulaciones sobre el posible contenido de ese anuncio, llegando a apuntarse la posibilidad de que los investigadores de la agencia espacial norteamericana hubieran encontrado, por fin, pruebas irrefutables de alguna forma de vida fuera de la Tierra, quizá en Titán, la mayor de las lunas de Saturno. El descubrimiento de la NASA, sin embargo, no procede de ningún planeta o satélite lejano. Se ha producido aquí, en la Tierra, aunque no por ello es menos espectacular. Se trata de una nueva y extraña criatura, una nueva forma de "estar vivo" que desafía todo lo que creíamos saber hasta ahora sobre el complicado y delicado proceso bioquímico que conocemos como vida. Algo que cambiará por completo la manera en que, a partir de ahora, busquemos seres vivientes fuera de nuestro propio mundo.



Desde las bacterias a las ballenas, las moscas, los elefantes o los seres humanos, todas y cada una de las formas de vida que hay en la Tierra dependen de una cuidadosa combinación de los mismos seis elementos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósforo y azufre. En forma de ADN, grasas y proteínas, esos elementos se encuentran en cada criatura viviente conocida.

La "química de la vida", además, es tan delicada y específica que cualquier alteración en esta "receta mágica" afecta a la estabilidad molecular hasta tal punto de hacer que la vida, sencillamente, deje de ser posible. Por eso el hallazgo que hoy se publica en la revista Science ha causado tanta expectación y sorpresa. Porque se trata de una excepción, la primera a la que se enfrenta la Ciencia, a esta regla considerada hasta ahora como universal.

Los investigadores, en efecto, han encontrado una cepa bacteriana, la GFAJ-1, que ha demostrado ser capaz de sustituir en sus moléculas, incluído el ADN, uno de los seis ingredientes fundamentales, el fósforo, por el que se considera como uno de los peores y más dañinos venenos que existen, el arsénico. Algo que, según los científicos, constituye una prueba palpable de que la vida puede desarrollarse de formas muy distintas a las que conocemos. Formas que nos ayudarán a perfeccionar las actuales técnicas de búsqueda de vida fuera de nuestro planeta.



"La vida -reza el artículo de Science- está mayoritariamente compuesta por los elementos carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, azufre y fósforo. Pero a pesar de que estos seis elementos forman los ácidos nucléicos, las proteínas y las grasas, y por lo tanto la mayor parte de la materia viviente, resulta teóricamente posible que algunos otros elementos de la tabla periódica puedan desempeñar las mismas funciones. Aquí describimos una bacteria, de la cepa GFAJ-1 de las Halomonadaceae, obtenida en el Lago Mono, en California, que ha sustituido el fósforo por el arsénico para sustentar su crecimiento. Nuestros datos revelan la presencia de arseniato en macromoléculas que normalmente contienen fosfatos y, más notablemente, en ácidos nucleicos y proteínas. La sustitución de uno de los mayores bioelementos puede tener una gran relevancia geoquímica y evolutiva".

Desde hace ya algunos años, la autora principal de este artículo, Felisa Wolfe-Simon, del Instituto de Astrobiología de la NASA en Menlo Park, California, junto a algunos otros de los firmantes, como Ariel Anbar y Paul Davies, estaban explorando la posibilidad de que existieran "formas alternativas" de vida. "La vida como la conocemos -explica Anbar- requiere unos elementos químicos concretos y excluye otros. Pero son esas las únicas opciones? Cómo de diferente puede ser la vida?"

Wolfe-Simon y sus colegas ya intuían que el arsénico podría haber sustituido al fósforo (el elemento contiguo en la tabla periódica) en las formas de vida más primitivas de nuestro planeta. De hecho, el arsénico tiene propiedades químicas muy similares a las del fósforo, aunque su gran toxicidad no permite su uso a la inmensa mayoría de los seres vivos.

A pesar de ello, Wolfe-Simon especulaba con la posibilidad de que alguna clase de bacteria hubiera conseguido adaptarse al uso del arsénico. Una idea muy criticada, ya que los compuestos de este elemento (arseniatos) son mucho más inestables que los fosfatos en presencia de agua, una dificultad que ninguna célula viva sería capaz de manejar.



Para probar sus ideas, Wolfe-Simon decidió recolectar barro de un lago californiano (el lago Mono), un auténtico "desierto de agua", conocido por sus elevadas concentraciones de arsénico, y cultivar los microorganismos obtenidos en soluciones cada vez más ricas en arseniatos. La investigadora no añadió fosfatos a su caldo de cultivo en ningún momento. Al contrario, fue transfiriendo periódicamente las bacterias a soluciones cada vez más ricas en compuestos de arsénico, para reducir paulatinamente cualquier concentración natural de fosfatos que pudieran contener sus muestras. De forma que las bacterias, si querían sobrevivir, se verían obligadas a utilizar el arsénico del cultivo.

La propia Wolfe-Simons asegura que, en el fondo, no esperaba encontrar nada vivo al término de su experimento. Y que se sorprendió enormemente cuando vio, a través del microscopio, colonias enteras de bacterias moviéndose rápidamente en aquél medio tan tóxico.

Para asegurarse, volvió a analizar el cultivo en busca de posibles restos de fósforo que hubieran ayudado a esas bacterias a sobrevivir. No lo encontró. Así que, junto al resto de su equipo, empezó a analizar con detenimiento las bacterias, para averiguar si, efectivamente, estaban utilizando el arsénico para sobrevivir. "Contenía la respiración durante cada una de estas pruebas", recuerda la investigadora.

Los resultados confirmaron sus sospechas. Las bacterias habían incorporado el arsénico, en sustitución del fósforo, en sus ácidos nucléicos, en sus lípidos, en sus proteínas... El análisis del ADN de las bacterias no dejaba lugar a dudas: contenía arsénico. Paul Davies explica que "este organismo tiene una doble capacidad. Puede crecer tanto con fósforo como con arsénico, lo que lo convierte en algo muy peculiar". Para este investigador, el nuevo organismo "tiene el potencial para inaugurar toda una nueva rama de estudios en microbiología".

"Nuestros hallazgos -comenta por su parte Wolfe Simon- son un recordatorio de que la vida tal y como la conocemos podría ser mucho más flexible de lo que asuminos o podemos imaginar". "No obstante -cocluye- esta no es una historia sobre eñ arsénico o el lago Mono. Si existe algo, aquí en la Tierra, capaz de hacer algo tan inesperado, qué otras cosas que aún no hayamos visto es capaz de hacer la vida? Ya es hora de averiguarlo".
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Detectan en el espacio una espectacular tormenta de nieve «del revés»

La sonda que se aproximó al Hartley 2 ha fotografiado copos más grandes que un balón de baloncesto que «caen» de abajo a arriba

josé manuel nieves / madrid
Día 01/12/2010 - 11.24h



La tormenta de nieve alrededor del Hartley 2,Imagen NASA.


Siguen publicándose las espectaculares imágenes obtenidas por la sonda Deep Impact durante su aproximación al cometa Hartley 2 el pasado 4 de noviembre. En esta ocasión, se trata de una "tormenta de nieve al revés" que al principio pasó inadvertida al escrutinio de los científicos. Pero un análisis más detallado reveló que, además de los grandes chorros de gas que emanan por doquier desde el núcleo del cometa, también hay un gran número de "copos" de nieve y hielo. Algunos de ellos, además, más grandes que un balón de baloncesto.

"No habíamos visto antes nada como esto", asegura el profesor Mike A'Hearn, investigador principal de la misión EPOXI del proyecto Deep Impact, en la Universidad de Maryland. "Realmente nos cogió por sorpresa". De hecho, en ninguno de los cuatro cometas visitados hasta el momento por naves espaciales (Halley, Borrelly, Wild 2 y Tempel 1), se había observado nunca este extraordinario espectáculo. "Esto es, genuinamente, un nuevo fenómeno", afirma Jessica Sunshine, de la Universidad de Maryland y miembro del equipo científico de la misión. "El cometa Hartley 2 no es como otros cometas que hemos visitado antes".
La "tormenta de nieve" ocupa un volumen casi esférico, centrado en el núcleo giratorio de Hartley 2. El núcleo, con forma de pesa de gimnasio, mide apenas 2 kilómetros de un extremo a otro, pero es pequeño comparado con el enjambre de partículas que lo rodea. "La nube de hielo mide unas cuantas decenas de kilómetros de ancho —y posiblemente sea mucho más grande que eso", afirma A'Hearn. "Aún no sabemos con seguridad lo grande que es".



Nieve esponjosa, pero peligrosa

De lo que no cabe duda es que las partículas detectadas por el espectrógrafo infrarrojo de la sonda Deep Impact están hechas de hielo común. Los fragmentos están formados por granos de hielo que miden pocas milésimas de milímetro y que están "pegados" unos con otros de forma poco firme, dando lugar a cúmulos que miden desde unos cuantos centímetros hasta unos cuantos decímetros de ancho. "Si sostuvieses uno de ellos en la palma de tu mano, lo aplastarías fácilmente", dice Sunshine. "Estas bolas de nieve cometarias son muy frágiles, similares en densidad y esponjosidad a la nieve de las altas montañas en la Tierra".

Pero incluso una bola de nieve esponjosa puede causar problemas si te golpea a una velocidad de 12 km/s, la misma a la que pasó la sonda Deep Impact junto al núcleo del cometa durante el sobrevuelo. Si uno de los trozos de hielo de Hartley 2 hubiera golpeado la nave, la habría dañado sin remedio, dejándola incapaz de apuntar sus antenas hacia la Tierra para transmitir datos o pedir ayuda. Los encargados del control de la misión posiblemente nunca habrían sabido qué sucedió. "Afortunadamente, estábamos lejos de la zona de peligro", señala A'Hearn. "La nube de nieve no parece extenderse hasta nuestra distancia de encuentro de 700 kilómetros. La luz solar sublima los trozos de hielo antes de que puedan alejarse demasiado del núcleo".



De abajo a arriba

Quizá lo más curioso de esta "nevada cometaria" es que no cae desde arriba hacia abajo, sino al revés. El fenómeno, en efecto, se produce a partir del hielo seco de la superficie del cometa. El hielo está formado por dióxido de carbono en estado sólido, una de las sustancias más abundantes en el cometa Hartley 2.
Cuando el calor del Sol alcanza un depósito de hielo seco,lo transforma inmediatamente en vapor, formando de este modo un chorro en cualquier punto donde la topografía sea capaz de colimar el gas que escapa a gran velocidad. Y, aparentemente,son esos chorros de dióxido de carbono los que transportan los "copos" de hielo de agua.

Debido a que la nieve está impulsada por los chorros, "nieva desde abajo hacia arriba y no al revés", destaca Peter Schultz, de la Universidad de Brown, que también es miembro del equipo de investigación. Las tormentas de nieve de los cometas podrían ser solo el primero de muchos descubrimientos por venir.
A'Hearn y Sunshine están convencidos de que el equipo de investigación apenas está comenzando a "rascar" la suerficie de la inmensa cantidad de datos enviados por la Deep Impact durante su encuentro, por lo que las sorpresas, aseguran, no han hecho más que empezar.


Tomado de:
http://www.abc.es/20101201/ciencia/detectan-espacio-espectacular-tormenta-201012010937.html
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El primer paso para la eterna juventud

neoteo
Día 30/11/2010 - 17.09h

Científicos, entre ellos un español, logran revertir el envejecimiento en ratones: los animales mejoraron de sus achaques, recuperaron el olfato y les crecieron nuevas neuronas




Un grupo de científicos de Harvard, entre los que se encuentra el español Juan Cadiñanos, ha diseñado una terapia capaz de revertir el envejecimiento en ratones. El tratamiento actúa sobre los telómeros, agilizando la división celular, regenerando tejidos, deteniendo la neurodegeneración, creando nuevas neuronas e incluso recuperando la agudeza del olfato deteriorado por la edad. ¿Estamos más cerca de lograr la juventud eterna?


Un artículo publicado online en la última edición de la revista Nature da cuenta de que se ha logrado revertir los efectos que provoca la edad en tejidos y órganos. La investigación se ha realizado con ratones, y ha sido desarrollada en el Dana Farber Cancer Institute de Harvard , en Boston, por un equipo de profesionales entre los que se encuentra el director del Laboratorio del Instituto de Medicina Oncológica y Molecular (IMOMA) del Centro Médico de Asturias, Juan Cadiñanos. La noticia es espectacular, sobre todo porque los autores del trabajo creen que la técnica utilizada puede ser aplicada en humanos para atrasar el proceso de envejecimiento.
Las pruebas, realizadas sobre ratones modificados genéticamente, demostraron que es posible revertir los cambios provocados por la edad, regenerando células y órganos. La magnitud de los resultados sorprendió incluso a los científicos que participaron del proyecto. "Lo que vimos en estos animales no es una pequeña desaceleración o estabilización del proceso de envejecimiento. Hemos visto un cambio dramático e inesperado," explica Ronald DePinho, líder del equipo de Harvard a la revista Nature. El cambio producido en estos animales nos permite soñar con la aplicación de esta terapia en humanos, retrasando el envejecimiento natural y prolongando al máximo la etapa de la juventud de millones de personas.




Efecto similar en humanos

El mecanismo del envejecimiento es bien conocido. En pocas palabras, el problema se origina en el deterioro de los telómeros. Las células que componen nuestros cuerpos poseen 23 pares de cromosomas, que contienen nuestro querido ADN. Los extremos de los cromosomas están protegidos por los telómeros, que cumplen una función similar a las cintas que evitan que un cordón de zapato se deshilachen. Cada vez que la célula se divide, los telómeros se acortan, y llega un momento en que dejan de cumplir su función. Cuando esto ocurre, la célula muere o entra en un estado al que generalmente llamamos "envejecimiento".

Lo interesante del caso es que el funcionamiento de los telómeros es idéntico en ratones y humanos, por lo que si la terapia ha funcionado tan bien en los roedores, es de esperar que tenga un efecto muy similar en nosotros. Estos ratones, manipulados genéticamente y criados especialmente en Harvard -las herramientas moleculares necesarias para crear estas ratas fueron un aporte de Cadiñanos- carecían de la enzima llamada telomerasa, que normalmente impide que los telómeros dejen de funcionar. Al no poseer esta enzima, los ratones envejecieron prematuramente y comenzaron a padecer las típicas dolencias asociadas con la edad avanzada: disminución del sentido del olfato , del tamaño de su cerebro e infertilidad. Al reactivar la enzima, se comenzaron revertir los signos de envejecimiento. "Después de cuatro semanas de tratamiento, se logró una recuperación importante, incluyendo el crecimiento de nuevas neuronas en el cerebro", explicó DePinho.

¿Estamos cerca de lograr la juventud eterna? Indudablemente, estamos más cerca de lo que estábamos hace un par de años. Sin embargo, y a pesar de todo lo dicho, puede que la aplicación directa sea difícil, ya que la enzima telomerasa tiene como efecto colateral un aumento en la tasa de formación de tumores, elevando la probabilidad de contraer cáncer, sobre todo en organismos de edad avanzada. “La aplicación en humanos será ni sencilla ni rápida. Primero habrá que analizar las posibles consecuencias negativas de la regeneración de telómeros para poder ver si es o no seguro”, dice Juan Cadiñanos al diario El Comercio. Está claro que queda bastante camino por recorrer, pero la importancia que posee este tipo de investigación garantiza que, probablemente, tendremos noticias relacionadas con esta investigación dentro de poco tiempo.
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Cuarenta y dos

Juan José Gómez Cadenas
PROFESOR DE INVESTIGACIÓN EN EL CSIC, CIENTÍFICO Y ESCRITOR

nº 168 · diciembre 2010
Stephen Hawking y Leonard Mlodinow
EL GRAN DISEÑO
Trad. de David Jou
Crítica, Barcelona 224 pp.







En la primera novela de la célebre serie Guía del autoestopista galáctico, una raza de seres hiperinteligentes y pandimensionales deciden encontrar la respuesta definitiva a la cuestión suprema de la existencia. Para ello construyen un gigantesco ordenador, al que bautizan, apropiadamente, como Pensamiento Profundo1. El computador pone manos a la obra y al cabo de siete millones y medio de años contesta: «Cuarenta y dos». En ese preciso instante, los creadores de la máquina se percatan de un detalle que se les había escapado: averiguar la respuesta definitiva a la cuestión suprema de la existencia vale de poco si no se conoce esta última.

En cambio, Stephen Hawking y Leonard Mlodinow parecen tener clarísimas las preguntas trascendentales, que nos espetan a bocajarro ya en la solapa de su reciente y controvertido libro, El gran diseño. Entre ellas: ¿cuándo y cómo empezó el universo? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué existe algo en lugar de nada? Y cómo no: ¿es el universo una prueba de la existencia de Dios, o puede ofrecer la ciencia otra explicación?

Eso sí, la respuesta que nos avanzan en el primer capítulo («El misterio del ser») es casi tan críptica como la que Pensamiento Profundo da a los alienígenas. En lugar de «cuarenta y dos», Hawking y Mlodinow declaran que: «Explicaremos [en este libro] cómo la teoría M puede ofrecer respuestas a las cuestiones de la creación».
En caso de que algún desconfiado se pregunte qué hacen este par de físicos2 metidos a profetas, los autores nos informan, en la mismísima primera página que: «Tradicionalmente, estas son preguntas para filósofos, pero la filosofía ha muerto. La filosofía no ha sabido responder a los modernos desarrollos de la ciencia, en particular de la física». Y por si no quedaba lo bastante claro: «Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra cruzada por el conocimiento».





Estas y otras perogrulladas por el estilo, junto con el aluvión de sentencias grandilocuentes dejadas caer a matacaballo («La teoría M predice que un gran número de universos fueron creados de la nada. Esta creación no requiere la intervención de un ser sobrenatural o Dios»), convierten la introducción en un auténtico cabo de Hornos que más de un lector no logrará superar. Los que lo consigan se encontrarán, en el segundo capítulo («Las reglas de la ley»), con una rápida, amena y algo ingenua historia de la evolución del pensamiento científico, desde Aristóteles hasta Newton, pasando por Kepler y Galileo. Sigue una interesante discusión del concepto de «ley natural» (o ley física), ejemplificada por las leyes de la gravedad de Newton, capaces de describir las órbitas de los cuerpos celestes y fenómenos tales como las mareas. Una vez establecida la noción de que la naturaleza está gobernada por tales leyes, los autores plantean las siguientes preguntas:
1) ¿Cuál es el origen de las leyes físicas?
2) ¿Hay un solo conjunto posible de leyes físicas? 3) ¿Hay excepciones a dichas leyes, esto es, milagros?

Mientras que la respuesta a las dos primeras preguntas queda aplazada a capítulos posteriores, Hawking y Mlodinow despachan la última con una contundente negativa, bien ilustrada por la conocida anécdota en que Laplace, interpelado por Napoleón sobre el papel divino en el orden natural, responde: «Señor, no necesito incluir a Dios entre mis hipótesis». Como veremos más adelante, mejor hubieran hecho los autores de El gran diseño en atenerse a tan sobria postura.

El tercer capítulo («¿Qué es la realidad?») es uno de los mejores del libro. Se abre con una anécdota tan apropiada como divertida (el mundo según los habitantes de una pecera) y razona de manera bastante afortunada sobre el concepto de modelo científico y su papel a la hora explicar la realidad, incluyendo la posibilidad de que ésta pueda describirse por medio de modelos distintos pero equivalentes (capaces de explicar con igual exactitud las observaciones).

La idea de una realidad dependiente de modelo, que en la introducción sonaba a dislate, se explica aquí utilizando el excelente ejemplo de la naturaleza de la luz. Newton la formula como una sucesión de corpúsculos, una aproximación que le permite explicar los fenómenos de reflexión y refracción, pero no los patrones de difracción. Estos últimos requieren imaginarse la luz como una onda. El modelo ondulatorio describe la reflexión y refracción de la luz con tanta exactitud como la teoría de Newton, pero, además, la interferencia constructiva o destructiva entre las crestas y valles de las ondas luminosas dan precisa cuenta de los fenómenos de difracción que el modelo corpuscular no consigue explicar. Y, sin embargo, en el modelo ondulatorio no tiene cabida el efecto fotoeléctrico, que tantas aplicaciones rutinarias (el control de las puertas de los ascensores, por ejemplo) ha encontrado hoy en día. Así que Einstein resucita a Newton, en uno de los encores más bellos de la historia de la ciencia, inventando el concepto de fotón (esto es, un corpúsculo de luz, similar a los objetos newtonianos) y casi inventando, de paso, la física cuántica, de la que luego renegaría.





Sigue un capítulo igualmente feliz («Historias alternativas»), en el que se introducen los experimentos de doble rendija. Cuando se dispara un haz de electrones contra un blanco opaco en el que se han practicado dos orificios o rendijas separados por una cierta distancia, se observa (situando tras las rendijas algún tipo de detector, como una pantalla fluorescente) un curioso fenómeno.

Si imaginamos los electrones como corpúsculos de materia (parecidos a balines, o diminutas pelotas de golf), el patrón que esperamos observar es una concentración de señales detrás de cada rendija, que decrece a medida que nos movemos hacia el espacio entre ambas. Es decir, los electrones pasan o por una abertura o por la otra y, por tanto, se detectan con alta probabilidad justo detrás de cada orificio, pero no entre ambos.

En lugar de este dibujo, multitudes de experimentos extremadamente precisos observan un patrón de difracción, en el que se alternan zonas de alta y baja intensidad. Se trata de la misma respuesta que mediríamos si, en lugar de electrones, hubiera pasado una onda de luz por las rendijas. Pero si el electrón se comporta como una onda, entonces, frente a la disyuntiva de por cuál rendija pasar, se diría que escoge colarse por ambas a la vez. Elaborando a partir de tan sorprendente fenómeno, los autores introducen los rudimentos de la física cuántica, incluyendo el principio de incertidumbre –el cual nos asegura que es imposible conocer con precisión absoluta la velocidad y la posición de una partícula simultáneamente–, la noción de probabilidad cuántica (y cómo ésta se diferencia de la probabilidad clásica) y la formulación de Feynman en términos de sumas sobre las posibles historias cuánticas que llevan desde un estado a otro, muy gráficamente explicada, en términos de las trayectorias de los electrones entre la fuente y la pantalla fosforescente. La formulación de Feynman asigna una probabilidad (que puede ser muy pequeña, pero no nula) a todas las posibles trayectorias, incluyendo las que pasan por ambas rendijas simultáneamente.

A estas alturas el lector ya se encuentra bastante a gusto. Da la impresión de que, tras los fuegos de artificio, nos encontramos, después de todo, con un buen libro de divulgación, capaz de exponer, con un lenguaje sencillo pero razonablemente preciso, los fundamentos de la física moderna. La lectura, además, es amena y agradable, a pesar de los frecuentes chistes –con poca gracia– que jalonan todo el texto.





Pero el romance dura poco. El quinto capítulo («La teoría de todo») parece escrito para acabar con el lector más arrojado. Arranca con cuatro veloces páginas dedicadas a explicar el concepto de unificación, utilizando el ejemplo de cómo las fuerzas eléctricas y magnéticas pueden describirse mediante una sola teoría, el electromagnetismo, explicitado por las leyes de Maxwell. Aún más veloz es la introducción a la teoría de la relatividad y no menos rápida la descripción de las interacciones que gobiernan el comportamiento de las partículas elementales (gravedad, electromagnetismo, fuerza débil –responsable de las desintegraciones radioactivas– y fuerza fuerte, responsable de las interacciones nucleares).

Sigue un cursillo acelerado (otras cuatro páginas escasas) de teoría cuántica de campos, incluyendo el uso de diagramas de Feynman y los juegos malabares que permiten eliminar los infinitos (renormalizar) que aparecen en los cálculos de electrodinámica cuántica y unificar la teoría débil con el electromagnetismo, resultando en el llamado Modelo Estándar. A los que superen el empacho les aguarda una todavía más apresurada descripción de la cromodinámica cuántica (que gobierna el comportamiento de los quarks, o componentes elementales de protones y neutrones) y una incursión por las teorías de la Gran Unificación (o GUTS).





Pero eso no es nada. Si queda algún superviviente, Hawking y Mlodinow le han preparado, en las últimas páginas del capítulo, una maratón que discurre por las teorías cuánticas de la gravedad, las fluctuaciones del vacío y las teorías supersimétricas, hasta alcanzar las supercuerdas y la federación, república o alianza de teorías denominada M. Conscientes de que cualquiera que siga todavía leyendo es capaz de digerir lo que le echen, los autores acaban con una traca final que incluye una divagación sobre las once dimensiones que predica la teoría M y cómo esta multiplicidad posibilita diferentes universos, dependiendo de la manera en que uno escoja plegar las dimensiones sobrantes que la teoría predice: «Y entonces llegó la incertidumbre cuántica, el espacio curvo, los quarks, las cuerdas y las dimensiones extra y el resultado neto de su trabajo es 100500 universos, cada uno con leyes diferentes».

Es una pena. Las ideas que se exponen en este capítulo son importantes, y su exposición correcta, de haber seguido el modelo de los capítulos cuarto y quinto hubiera requerido mucho más espacio y paciencia. También más sentido crítico. No puede ponerse al mismo nivel la teoría de la relatividad (comprobada minuciosamente por numerosos experimentos) o incluso el Modelo Estándar, cuya validación nos ha mantenido ocupados a los físicos de partículas durante las últimas cinco décadas, con otras teorías aún no confirmadas experimentalmente, tales como la supersimetría (que el LHC descubrirá, o no), y aún menos con especulaciones todavía más lejanas de la verificación experimental como las teorías de supercuerdas.

¿Y qué decir del capítulo seis («Escogiendo nuestro universo»)? Aquí se despachan, también en un santiamén, el universo inflacionario, las perforaciones del espacio-tiempo y el concepto de multiverso (la noción de que el nuestro puede no ser sino uno de los numerosos cosmos que se forman en una especie de sopa de burbujas primigenia, creada a partir de las fluctuaciones del vacío cuántico) para llegar a la cuestión que obsesiona a los autores. Si existe un vasto paisaje de posibles universos, entre los cuales el nuestro parece especialmente afinado para nosotros: ¿se trata de una evidencia de la existencia de la divinidad, o bien ofrece la ciencia otra explicación alternativa a tan cuidadosamente diseñado entorno?
La idea de que nuestro universo está increíblemente ajustado para permitir la existencia de observadores inteligentes se desarrolla en el capítulo siete («El milagro aparente») en términos del principio antrópico, que, en su versión más radical, postula que las leyes de la Física pueden explicarse exigiendo que sean exactamente las necesarias para generar un cosmos en el que puedan aparecer precisamente esos observadores inteligentes. A diferencia de los dos capítulos anteriores, éste no se lee mal, aunque resulta paradójico que Hawking y Mlodinow le dediquen mucho más espacio al principio antrópico (que para muchos científicos practicantes no deja de ser pura especulación, por no decir divertimento) del que le han dedicado a la unificación o a la relatividad.






En todo caso, tras haber elaborado sobre cómo las leyes de la física cuántica permiten la formación de múltiples universos, cada uno de los cuales se crea con su conjunto particular de leyes físicas, y después de explicar cómo el principio antrópico selecciona el especialísimo subgrupo de leyes que hace posible la existencia de seres inteligentes capaces de especular sobre éstas, Hawking y Mlodinow podrían haber tomado ejemplo de Laplace. El universo que han esbozado (a toda prisa, eso sí) es lo bastante rico y extraño, lo bastante prodigioso y bello, como para que no sea necesario andarse con teologías de barrio. Mejor hubiera sido dedicar más tiempo a explicar la arquitectura del universo que perderlo con especulaciones sobre la existencia o no de un arquitecto.

No es ese el plan de los autores. En el último capítulo («El gran diseño») nos adentramos de nuevo en los procelosos mares de la filosofía de taberna galáctica. Tras divagar un rato sobre el juego de la vida de Conway –un sistema primitivo de vida artificial, con no poco interés, pero cuya conexión con el universo y la existencia o no de un dios redentor se nos escapa–, Hawking y Mlodinow nos informan de que la creación espontánea es la razón por la que existe algo en lugar de nada. O, en otras palabras –nos dicen–, ha llegado el momento de sustituir a Dios por... M.
Regresemos por un instante a la guía del autoestopista galáctico, donde nuestros hiperinteligentes alienígenas se rascan el pandimensional cogote, rumiando el resultado de siete millones y medio de sesudos cálculos: «Cuarenta y dos». Pero, ¿cuál es la pregunta cuya críptica respuesta acaba de darles Pensamiento Profundo? Para averiguarlo, los alienígenas construyen otro superordenador todavía más potente, que resulta ser nada menos que la Tierra. Una vez puesto en marcha el ingenio (con sus creadores a bordo, disfrazados de ratones), el nuevo cálculo ocupa la friolera de diez millones de años. Pero, ay, cinco minutos antes de que los curiosos ratones averigüen cuál es exactamente la cuestión suprema, una raza de burócratas siderales destruye el planeta. Los ratones se ven obligados, entonces, a inventarse una falsa pregunta para salvar la cara.

Desgraciadamente, da la impresión de que en este libro nos encontramos exactamente en la misma situación. La falsa pregunta que Hawking y Mlodinow inventan es si la ciencia puede o no obviar la existencia de Dios. Es una pregunta falsa porque la ciencia, por definición, se ocupa de lo físico y la existencia de Dios se encuadra en el territorio de lo metafísico.





Imagine el lector que nuestro universo no sea otra cosa que un gigantesco programa ejecutándose en un ordenador sideral en el que hay programadas una serie de leyes básicas, incluyendo una gravedad cuántica que sostiene un vacío capaz de fluctuar en múltiples universos. Esas leyes son accesibles a los físicos que viven en el multiverso (a su vez parte del programa) y su estudio les permite concluir, como Laplace, que Dios es una hipótesis innecesaria a la hora de describir los fenómenos que les rodean. En otras palabras, les es posible afirmar que el programa es coherente y no se detectan errores (las leyes de la Física no fallan y no se observan milagros). Pero no les es posible saber nada del Programador. Puede que haya uno solo, o varios, o ninguno (en un universo en que nuestro programa es escrito por otro programa y así hasta el infinito). Puede que tal programador, si existe, sea benévolo y realice sistemáticamente un back-up del sistema, que de paso nos garantice la vida eterna, y puede que no seamos más que un virus informático que intenta eliminar a toda costa. En todo caso, no hay forma de saberlo y, por tanto, la especulación sobre la naturaleza o no del programador o programadores no pertenece al ámbito científico.

Es cierto que la ciencia ha eliminado la noción primitiva de un mundo regido por el capricho de deidades. No es menos cierto que ninguna de nuestras observaciones, desde la escala subatómica a la ultragaláctica, ha detectado jamás elemento sobrenatural alguno. Parece de cajón que el universo del hombre del siglo XXI no puede albergar el mismo tipo de divinidad que regía los destinos de las tribus nómadas de hace tres mil años. Puede que muchos, incluyendo el que suscribe, lleguen al convencimiento de que tal divinidad no existe. Puede, incluso, que tal conclusión suponga una liberación. Pero para este viaje no se precisaban tales alforjas. Pretender que la teoría M –que, por cierto, nunca nos explican– permite eliminar el concepto de Dios es meterse en camisa de once varas, e invita, como ha sido el caso, a un aluvión de estéril polémica.

La polémica ya había arrancado en nuestro país mucho antes de que el libro llegara a las librerías el pasado 15 de noviembre. A pesar de que poca gente había leído un texto que no estaba disponible en su idioma, los blogs rezumaban ya opiniones para todos los gustos. Puede que el problema que Hawking y Mlodinow encuentran es que el campo de la divulgación científica se encuentra muy trillado. Es difícil competir con obras maestras como Los tres primeros minutos del universo de Steven Weinberg o aportar algo nuevo a trabajos tan completos y coherentes como El universo elegante de Brian Green. Ciertamente, El gran diseño dista mucho de ambas obras.
Y, para vender –ya lo dijo Wilde–, que hablen de mí, aunque sea bien. Da entonces la impresión de que nuestros autores parten de una respuesta críptica («M») y deciden formular, en ausencia de un computador lo bastante grande como para dar con la auténtica cuestión, una pregunta mal planteada, que no viene al caso. Pero si el crimen lleva parejo el castigo, El gran diseño probablemente se verá condenado a vagar en el purgatorio habitado por blogueros y articulistas, que desde sus respectivas trincheras le dedicarán loas o denuestos sin haberse molestado en abrir jamás el libro.


1. En inglés, Deep Thought. El nombre del ordenador es una referencia obvia al ingenio del mismo nombre, desarrollado para jugar al ajedrez en la Universidad de Carnegie Mellon y luego en IBM. Deep Thought fue derrotado fácilmente por Gary Kasparov, pero su sucesor, Deep Blue, se cobró cumplida revancha con el campeón del mundo, imponiéndose por dos a uno (con tres tablas) en un torneo a seis partidas celebrado en 1996. ↩

2. Eso sí, de currículum desigual: Hawking es un prestigioso físico matemático, titular, hasta el año 2009, de la cátedra lucasiana de Matemáticas (Lucasian Chair of Mathematics) de la Universidad de Cambridge, y ha sido galardonado, entre otros muchos premios, con el Príncipe de Asturias. Mlodinow es, sobre todo un divulgador, cuya trayectoria científica tiene algo de enfant raté. ↩



Tomado de:
http://www.revistadelibros.com/articulo_completo.php?art=4807
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27.11.10

JUPITER recupera una banda

La franja sur del planeta, que desapareció misteriosamente durante siete meses, ha regresado de repente

judith de jorge / madrid
Día 25/11/2010 - 20.26h

El pasado mes de mayo, el aspecto de Júpiter cambió drásticamente. De repente, el planeta había perdido una de sus características bandas, dejando su mitad sur en blanco. Entonces, los científicos no estaban seguros de qué es lo que había provocado el extraño fenómeno, aunque suponían que las causas tenían que ver con la climatología de este particular mundo del Sistema Solar, sus vientos y la química de las nubes. Desde hace unos días, la franja ha reaparecido. Al principio de forma sutil, pero ahora ya ostensiblemente.


A. Wesley / UC. Berkeley
El planeta Júpiter, sin su banda sur (izquierda), y con ella, en una imagen actual


El aspecto de Júpiter se caracteriza por dos bandas oscuras en su atmósfera, una en el hemisferio norte y otra en el sur. Se trata de unos cinturones marrones descubiertos en 1896 por el astrónomo aficionado británico A.S. Williams, que delimitan un sistema de corrientes de viento, generalmente de gran intensidad.
La pasada primavera, fueron también astrónomos aficionados los que se dieron cuenta de que algo había cambiado en la faz del planeta. El cinturón ecuatorial sur se había esfumado sin dejar rastro, una desaparición que ya había ocurrido dos veces antes. En 1973, la nave de la NASA Pioneer 10 tomó unas imágenes muy cercanas del planeta en las que no existía la franja. Lo mismo ocurrió en los 90. Los científicos creen que la banda desaparece cuando se forman nubes blanquecinas en su parte superior, lo que bloquea la visión, aunque no está muy claro por qué ocurre.


Cada vez más brillante

La recuperación de esta banda ecuatorial sur de Júpiter comenzó el 12 de noviembre. La mancha era pequeña al principio, pero rápidamente se extendió y se hizo más brillante. De nuevo, ha sido un astrónomo aficionado el que ha descubierto el regreso, Christopher Go, de la ciudad de Cebu, en Filipinas. Su hallazgo encendió la curiosidad de otros amantes de la astronomía en todo el mundo. Científicos de la Universidad de California en Berkeley echaron un vistazo al acontecimiento con los telescopios Facility (IRTF, por sus siglas en inglés), Keck y Gemini, todos en Mauna Kea (Hawai), y confirmaron las sospechas. La banda había vuelto. Y tienen las imágenes.

«La razón por la que Júpiter parecía haber perdido su banda, camuflada entre las franjas blancas que están a su alrededor, es que los vientos bajos que son secos y que habitualmente mantienen la zona limpia de nubes se calmaron», explica Glenn Orton, investigador del Laboratorio a Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) de la NASA. Cuando las nubes blancas flotan a gran altitud, oscurecen la visión de las marrones, que se quedan por debajo. Los científicos creen que el fenómeno se produce cada pocas décadas y que, generalmente, se prolonga de uno a tres años, lo que hace a Júpiter absolutamente único en todo el Sistema Solar.

El gran punto rojo

El regreso de la franja no es el único cambio visto en Júpiter. Además de eso, el famoso gran punto rojo del planeta -una tormenta gigante que tiene tres veces el tamaño de la Tierra- se ha vuelto más oscuro, como un enorme pintarrajo de carmín. Todas estas observaciones son muy útiles para comprender mejor qué ocurre en ese extraño mundo.
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Descubren oxígeno en una luna de Saturno

La sonda Cassini detecta una débil atmósfera con oxígeno y dióxido de carbono al sobrevolar la superficie de Rea

neoteo
Día 26/11/2010 - 17.08h



La luna Rea, la segunda más grande de las 62 que giran alrededor de Saturno, ha capturado la atención de los científicos después de que la sonda espacial Cassini, tras realizar una pasada a menos de cien kilómetros de su superficie, detectara una atmósfera muy tenue con oxígeno y dióxido de carbono. Aunque el oxígeno ya había sido descubierto en otros planetas y satélites naturales por diferentes medios, el de Rea ha sido «olfateado» de forma directa por los instrumentos instalados en la sonda. La investigación se ha publicado en la revista Science.

Con la excepción de la Tierra, el oxígeno es un extraño en el Sistema Solar. Sólo aparece en forma de rastros tenues en otros planetas y lunas. Dos de las lunas de Júpiter, Ganímedes y Europa, presentaron dichos rastros, detectados gracias a la utilización de instrumentos de alta complejidad. Ahora, las pistas llevan una luna de Saturno, Rea. Es la segunda más grande orbitando ese planeta después de Titán (única luna con atmósfera "densa"), y está más que confirmado que se trata de una luna helada, aunque su densidad indicaría la existencia de un núcleo rocoso.
La sonda espacial Cassini (originalmente Cassini-Huygens, hasta que Huygens alunizó en Titán), lanzada en octubre de 1997, realizó una pasada sobre la superficie de Rea, a unos 97 kilómetros de altura, y sus instrumentos detectaron una muy tenue atmósfera con oxígeno y dióxido de carbono.


Una atmósfera delgada

De acuerdo a esos mismos instrumentos, la atmósfera estaría sustentada por la descomposición química de la superficie helada al ser irradiada por el plasma magnetosférico de Saturno. Esto también habilita la posibilidad de que exista más oxígeno de origen radiolítico atrapado en el hielo de la luna.
Hasta ahora, todas las pruebas indicaban que Rea era demasiado frío y desprovisto de agua líquida como para entregar un entorno adecuado para la vida, pero también cabe mencionar que Rea, al igual que Titán, es la única con la suficiente masa como para contener una atmósfera con su gravedad. ¿Por qué no se había detectado antes, como sucedió con Europa o Ganímedes? La respuesta es que la atmósfera es demasiado "delgada" para los instrumentos remotos: Unas cien veces más que en Europa y Ganímedes.


¿Micro meteoritos?

Ahora, lo verdaderamente extraño del descubrimiento no es el oxígeno en sí, sino el dióxido de carbono. La primera posibilidad es que Rea posea moléculas ricas de carbono, ya sea en su superficie o cerca de ella, afectadas por Saturno de la misma forma que el hielo. Otra teoría involucra a micro-meteoritos, cargados de carbono. Por último, se habla de que el gas podría salir completamente formado desde el interior de Rea, como residuo conservado desde el mismo nacimiento de la luna. Sea como sea, todo indica que los científicos tendrán una oportunidad para averiguarlo muy pronto. En enero próximo, Cassini realizará una pasada por el polo sur de la luna, a apenas 75 kilómetros de su superficie.
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23.11.10

El planeta que vino de otra galaxia



No es la primera vez que se descubre un planeta extraño, pero sí uno que proviene de otra galaxia.

El objeto es algo mayor que Júpiter y está en órbita de una estrella procedente de otra galaxia vecina que acabó devorada por la Vía Láctea

El descubrimiento del planeta HIP 3344 b se realizó con un telescopio del Observatorio La Silla, en el norte de Chile.

Vea las imágenes simuladas del planeta en este video de BBC Mundo.


Tomado de:
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2010/11/101119_video_planeta_nuevo_il.shtml
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El cerebro está hecho para pecar

Andy Ridway
Subeditor de la Revista BBC Focus




Los científicos ahora cuentan con herramientas tecnológicas para revelar la raíz de nuestros impulsos más oscuros, arraigados en lo más profundo de nuestro cerebro.
De acuerdo con estudios neurológicos, la evidencia es contundente: la naturaleza nos quiere malos.
Explore, de la mano de expertos, la naturaleza que nos impulsa a pecar



Lujuria

¿Alguna vez ha tratado de mostrarle una película pornográfica a alguien que está conectado a un escáner cerebral? No es una tarea fácil.

Primero, porque el escáner contiene un poderoso imán que atrae, a una alta velocidad, cualquier pieza metálica que no esté correctamente atornillada. Los componentes de los televisores no están a salvo.

A eso se suma el ruido. Los aparatos que emiten tomografías por resonancia magnética no son precisamente máquinas silenciosas. El zumbido se convierte en un intruso que indudablemente distraerá a todo aquel que intente relajarse para atestiguar una experiencia sexual.

Encima, el voluntario tiene que estar acostado en una posición perfectamente inmutable para que la persona que esté llevando a cabo la prueba pueda obtener una imagen nítida del cerebro.

Todo apunta a que el proceso no permitirá que la experiencia de ver el film erótico sea placentera.

Sin embargo, los expertos de la Northwestern University de Illinois, en Estados Unidos, han logrado superar estas dificultades prácticas.

Películas eróticas son proyectadas en una pantalla detrás del escáner. El voluntario puede verlas a través de un espejo que está arriba de sus ojos.

Con el objetivo de acallar el ruido, los voluntarios usan audífonos que transmiten los sonidos que realmente necesitan escuchar.

Pero, los problemas no terminan ahí.

"En general, sabemos que los hombres están más interesados en el erotismo visual", señala Adam Safron, investigador de la universidad estadounidense. "Es una tarea mucho más difícil conseguir que una mujer alcance el mismo grado de excitación (que los hombres)".

Estos son algunos de los desafíos que enfrentan los neurólogos de Northwestern University cuando intentan entender qué pasa en los cerebros de los hombres y las mujeres experimentan deseos sexuales.

Su investigación es ciertamente poco usual y revela que estamos diseñados para pecar.

Las imágenes de resonancia magnética reflejan que el sistema límbico (encargado de procesar respuestas fisiológicas frente a estímulos emocionales) en ambos sexos se activa cuando vemos algo que nos gusta.

Estructuras como el núcleo accumbens, involucrado en el placer y en las ansias, son el corazón del sistema. Son la cara deleitable del pecado.

Existe una razón obvia detrás de nuestra inclinación hacia la lujuria: pasar nuestros genes. La Madre Naturaleza nos anima a desarrollar un interés activo en la procreación.





Gula



El sistema de circuitos de recompensa de nuestros cerebros también se activa cuando comemos. "Encontrar gratificación en ese tipo de cosas responde a una lógica evolutiva. Si queremos organismos que se reproduzcan, también queremos que coman".

No obstante, el acto de comer por sí solo no tiene nada de malo. Se convierte en un problema cuando se transforma en gula. Y parece que incluso en ese caso podemos culpar a la naturaleza.

"En el ambiente en el que evolucionamos, los alimentos eran más escasos. No había ni tortas de chocolate ni hamburguesas", apunta Safron. "Durante gran parte de nuestra historia (como especie), la vida era muy difícil y esas condiciones adversas fueron las que modelaron nuestros cerebros. Fue cuando se estableció cuánto queríamos los alimentos y cuán gratificantes nos parecen".

Así que lo que en un momento fue un instinto de supervivencia ahora está vinculado al pecado. De hecho, se ha convertido en un problema que afecta a unos más que a otros.

"Algunas personas se sienten avasalladas por los llamados de la naturaleza", explica Safron. "Están demasiado motivadas a conseguir ciertas cosas y terminan siendo poco saludables dentro de los actuales estándares de vida. Se trata de la misma predisposición biológica que, en el pasado, les hubiese permitido adaptarse bien (al contexto)".

Pareciera ser que muchos de nosotros, hemos nacido demasiado tarde. De hecho, algunos siglos después. Ese impulso irresistible por el pastel de chocolate nos hubiese dejado muy bien parados en el año 4.000 a.C.



Pereza



Safron también considera que la pereza o la tendencia a no hacer absolutamente nada tiene sus raíces en nuestro proceso evolutivo como especie.

"Nunca teníamos la certeza de cuándo volveríamos a ingerir una comida sustanciosa. Así que, si era posible, descansábamos. Las calorías que no quemábamos mientras llevábamos a cabo actividades, las podíamos usar para procesos corporales de crecimiento o de recuperación".

Así que parece ser cierto. La Madre Naturaleza ha diseñado nuestros cerebros de manera que ciertas cosas nos producen placer para maximizar nuestros chances de sobrevivir como especie y transmitir nuestros genes.



Envidia


Pero no todos los pecados son placenteros. Un ejemplo es la envidia, ya sea que la sintamos cuando un colega es ascendido o cuando un compañero es seleccionado para jugar de titular primero que nosotros.

Nadie realmente disfruta ese sentimiento pero científicos en el Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas de Japón han estado provocándolo deliberadamente.

A un grupo de voluntarios hombres se le presentó los perfiles de personas:

* Un hombre muy inteligente, con metas similares en la vida que los voluntarios, popular entre las mujeres y con una novia muy atractiva.

* Una mujer exitosa, inteligente, atractiva para los hombres, pero con diferentes objetivos en la vida que los voluntarios.

* Una mujer mediocre y nada popular.


Las mismas descripciones se le mostraron a un grupo de voluntarias, aunque con el género de los ejemplos al revés.

Mientras los participantes, conectados a escáneres cerebrales, leían los tres perfiles, los científicos observaban cuál era la región en la que fluía más sangre, y, por ende, la más activa.

Cuando todos los voluntarios, sin excepción, leyeron sobre la persona exitosa que tiene una pareja atractiva, se registró una reacción en una región del cerebro conocida como la corteza cingulada anterior.

"Es el área del cerebro vinculada en el procesamiento del dolor físico, así que la envidia es una emoción dolorosa", señala Hidehiko Takahashi, uno de los investigadores del estudio realizado el año pasado en Japón.

Si la envidia nos causa dolor ¿por qué la Madre Naturaleza es tan cruel que la incluye en el diseño de nuestros cerebros?

El mensaje importante de ese estudio, explica Takahashi, es que hubo una respuesta más contundente en la corteza cingulada anterior cuando los voluntarios y los estudiantes estaban leyendo el perfil de la persona que compartía los mismos objetivos.

"Existe un elemento positivo o constructivo en la envidia: nos motiva a mejorar nuestro propio desempeño o, si es difícil derrotar al rival, nos impulsa a concebir otras estrategias o cambiar las metas que nos propusimos o nuestros intereses".

Pero, la envidia tiene un lado oscuro. "Nos hace desearle algo malo a la otra persona. Puede inducir a un comportamiento inmoral o incluso criminal".



Soberbia


La soberbia también presenta los dos lados de la moneda.
En Montclair State University, a las afueras de la ciudad de Nueva York, un grupo de científicos ha estado bloqueando, temporalmente, ciertas partes del cerebro por medio de la estimulación magnética transcraneal.

La idea es simple: si puedes suspender la actividad de una determinada parte del cerebro, puedes llegar a descubrir de qué está encargada esa sección.

El procedimiento consiste en colocar cerca de la cabeza del voluntario una bobina que interrumpa el flujo eléctrico de las células cerebrales o neuronas.

Los participantes portan un dispositivo, que se parece a un gorro de natación, con unas marcas preestablecidas de los puntos en la materia gris que servirán de blancos.

Cuando el campo magnético golpea la corteza prefrontal medial del cerebro, algo interesante ocurre: "Lo que normalmente vemos, al menos en los voluntarios estadounidenses que participaron en el estudio, es una pequeña sensación de realce", indica el profesor Julian Paul Keenan, director del laboratorio de imágenes neuronales.

"Piensan que son un poco mejores de lo que realmente son". Pero, la estimulación magnética transcraneal puede desactivar esa sensación de autorealce.

Las palabras usadas por los participantes para describirse a sí mismos y a sus amigos, de repente cambia.

"Sin estimulación cerebral, tienden a decir: 'Soy inteligente y mi mejor amigo no lo es'. Pero con el aparato encendido, el orgullo se apaga y el vocabulario utilizado para definirse a sí mismos fue mucho menos adulador", explicó Keenan.

"Acabamos de finalizar el estudio de un fenómeno conocido como 'exceso de reivindicación', que se da cuando las personas pretenden saber cosas que en realidad desconocen. Si les doy una palabra que inventé como 'trianic', ellos realmente pensaran que conocen el término, cuando en realidad ni existe. Dirán: 'Sí, claro, he visto esa palabra antes, tiene que ver con biología'".

Basta con mover un interruptor y se apaga la majadería. Lo curioso es que la investigación de Keenan muestra que la modestia se origina en el mismo área, así que parece que es sencillamente arrogancia -u orgullo- disfrazado. "Son dos caras de la misma moneda", dice.

Los investigadores en Montclair están, en la actualidad, analizando si al remover la soberbia, con bloqueos en la corteza prefrontal medial del cerebro, provoca algo de depresión. Sin embargo, es aún prematuro para sacar conclusiones.

"Otros han encontrado que las personas que no experimentan la tendencia al autorealce son más proclives a sufrir de depresión. Si te das cuenta de cuán gordo realmente estás, el ánimo se te desplomará. En muchos casos, no es bueno verte a través de los ojos de los otros. Por eso es que un poco de ego es muy positivo", aseveró Keenan.

Volvemos a la misma idea del principio: moderación. "Es un tema constante en biología: ni demasiado, ni muy poquito", señaló Safron.

Pero en algunas personas, los condicionamientos de la naturaleza tienden a ser excesivos, al menos en el mundo moderno.

Tendría sentido entonces que nosotros, la especie civilizada del planeta, hubiéramos desarrollado un sistema de autocontrol para mantener nuestros instintos más básicos en raya.

En un experimento llevado a cabo en la Universidad de Montreal en Canadá, voluntarios vieron películas eróticas mientras sus cerebros eran escaneados.

Las imágenes produjeron reacciones en las partes más profundas y primitivas del cerebro, lo cual no le sorprende a nadie.

Pero, cuando se les pidió reprimir mentalmente su excitación sexual, dos partes diferentes del cerebro se activaron: la circunvolución frontal superior derecha y la circunvolución del cíngulo anterior derecho. Ambas secciones están ubicadas en los lóbulos frontales del cerebro, las partes del cerebro que hace a los seres humanos más humanos; las áreas que, entre otras cosas, son responsables de la conciencia.




Ira


Estudios sobre la ira muestran un panorama similar.

Unos científicos osados de la Universidad de New South Wales en Australia fustigaron a unos voluntarios para saber qué pasaba en sus cerebros cuando se enfurecían.

En aquellos de carácter melancólico y proclives a guardar rencor, más que en aquellos de personalidad explosiva, la corteza prefrontal medial (ubicada en los lóbulos frontales del cerebro) se activó rápidamente. Se trata de la región involucrada en moderar el comportamiento.

"Algunas personas son mejores que otras cuando tienen que inhibir sus impulsos", señaló Safron. "Otras personas podrían tener la misma reacción frente a un tipo específico de comportamiento, pero podrían experimentar menos inhibición frontal".

De manera que, en algunos de nosotros pareciera que la bestia primitiva que llevamos dentro tiene más probabilidades de salirse con la suya.

Las elecciones que hacemos en nuestras vidas son con frecuencia el resultado del diálogo que se establece entre las regiones primitiva y avanzada del cerebro.

"Estas partes de la evolución ancestral de nuestro cerebro están constantemente interactuando con la corteza, que se ha expandido más recientemente, para producir el comportamiento".

Pero, acota Safron, la parte emocional del cerebro, el sistema límbico, y la corteza avanzada se necesitan mutuamente para funcionar.

"Si se cortan las conexiones entre ellos, es muy difícil para la persona regular su comportamiento".

Ningún estudio demuestra esto más claramente que la investigación sobre psicópatas llevada a cabo por científicos del King’s College de Londres.

El año pasado, los investigadores usaron una poderosa nueva técnica de escaneo para obtener imágenes de resonancia magnética con tensor de difusión. El objetivo era estudiar la estructura cerebral de nueve criminales condenados por intento de asesinato, homicidio y violaciones múltiples con estrangulación.

El hallazgo fue que los nueve psicópatas presentaban más deficiencias en las conexiones entre su amígdala cerebral (conjunto de núcleos de neuronas que procesan y almacenan reacciones emocionales) y su corteza prefrontal que otras personas de su misma edad y con su mismo coeficiente intelectual.




Avaricia


Pero ¿no es nuestro comportamiento el resultado de nuestra naturaleza combinada con nuestro entorno, de las influencias que nos permean a medida que crecemos?

Desgraciadamente, cuando hablamos de la avaricia no existen estudios del cerebro que nos den una repuesta. "Los mecanismos de la avaricia podrían ser más complicados", dice Safron.

"Si hablamos de algo que podría estar influenciado por predisposiciones biológicas, la glotonería o la lujuria deberían mencionarse. Sabemos, por ejemplo, que hay neuroquímicos que aumentan o disminuyen la libido. Pero, hay algunas cosas que son universales y que no son necesariamente innatas y la avaricia podría ser una de ellas. Podrían haber bases innatas para la avaricia, pero debido a que es un fenómeno más complejo, podría estar más condicionado por el aprendizaje".

El grado en que la naturaleza o la educación nos conduce a ser malos depende del pecado. Pero cuando se trata de los deseos más simples, como comer o tener relaciones sexuales, no hay duda de lo que hay detrás de ellos.

"Una vez escuché que las emociones son los verdugos de la evolución. Son los instrumentos que usa la selección natural para hacer que los organismos logren propagar sus genes", reflexiona Safron.

Somos los títeres de la naturaleza que bailamos a un son que ha sido reforzado por generaciones.

Y esa probablemente es la mejor excusa para devorarse sin remordimiento ese pastel de chocolate...



Tomado de:
Este artículo fue publicado en la revista científica y tecnológica de la BBC, Focus.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2010/11/101116_ciencia_siete_pecados_capitales_mr.shtml#lujuria
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22.11.10

Trasplante de células madre contra la ceguera

BBC Ciencia




La Administración de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) autorizó un ensayo clínico con seres humanos para probar un nuevo tratamiento de células embrionarias contra una forma de ceguera.

La terapia consiste en trasplantar las células madre en los ojos de pacientes que sufren la enfermedad de Stargardt, una degeneración macular hereditaria que comienza en la niñez.

La empresa de biotecnología Advanced Cell Technology recibió autorización para llevar a cabo las pruebas iniciales con 12 pacientes, después de obtener resultados exitosos con ratones.

Tal como dijo a la BBC el doctor Robert Lanza, director científico de la compañía, éste es el inicio de "una nueva era" en la investigación con células madre.

"Estamos utilizando células embrionarias para generar un tipo de célula llamado epitelio pigmentario retinal", explicó el investigador.

Esas células, los fotoreceptores encargados de captar la luz en el ojo, comienzan a morir en las personas que sufren distintas enfermedades oculares como la degeneración macular o la enfermedad de Stargardt.

Los pacientes con este trastorno a menudo experimentan visión borrosa, dificultad para ver en condiciones de luz baja y eventualmente pierden su capacidad de visión.

El doctor Lanza afirmó: "Nuestro objetivo es usar las células madre embrionarias para crear nuevas poblaciones de estas células que posteriormente puedan ser trasplantadas al paciente y no sólo evitar la progresión de la enfermedad sino también restaurar algo de la función visual".

El trasplante, agregó el investigador, es llevado a cabo inyectando las células en el ojo del paciente para que éstas puedan recuperar toda la capa de fotoreceptores de la retina.


Estudio pionero

Ésta es la segunda vez que la FDA otorga autorización para utilizar células madre embrionarias en pacientes humanos.

En octubre, la compañía de biotecnología Geron anunció el inicio del primer ensayo clínico con células madre embrionarias para reparar lesiones de la médula espinal.

El nuevo experimento, que comenzará a principios de 2011, está diseñado primariamente para probar la seguridad de la terapia.

Pero según el doctor Lanza, tal como quedó demostrado en las pruebas con animales, los primeros signos de mejora visual en los pacientes podrían ser aparentes en las primeras seis semanas.

"En el estudio con ratas vimos una mejora de 100% en el control visual de los animales que recibieron el tratamiento que tenían un trastorno similar al que ocurre en humanos", explicó el científico.

"Los resultados mostraron que las células madre fueron capaces de restaurar de forma extensiva los fotoreceptores de los animales", añadió.

Las células madre embrionarias, que se derivan de embriones de unos cuantos días de gestación provenientes de tratamientos de fertilización in vitro, pueden convertirse en cualquiera de las docenas de células especializadas del organismo.



Revolucionario


Según los expertos, las investigaciones que se están llevando a cabo con estas células podrían revolucionar la medicina por su potencial de reparar in situ tejidos y órganos dañados sin la necesidad de llevar a cabo trasplantes de órganos completos.

"Éste es el comienzo de una nueva era en la investigación de células madre", dijo el doctor Lanza.

"Y después de una década de intensa controversia, finalmente estamos listos para probar que funciona y que puede ayudar a pacientes que sufren enfermedades terribles".

En efecto, el tratamiento es polémico porque algunos afirman que el procedimiento involucra "la deliberada destrucción de seres humanos potenciales, incluso si sólo son embriones de tres días de gestados".

Pero el doctor Lanza afirmó que, en este caso, los embriones no fueron destruidos porque las células creadas fueron generadas a partir de una sola célula sin lesionar al embrión.

"Tenemos que entender que hay niños de seis años de edad que empiezan a perder la vista debido a enfermedades terribles como la de Stargardt", expresó el científico.

"Si tenemos la capacidad de usar células que pueden cultivarse en una placa de Petri para prevenir que estos niños y adultos pierdan la vista, creo que como médico, sería muy irresponsable si no utilizara ese tratamiento".



Tomado de:
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2010/11/101122_celulas_madre_ceguera_men.shtml
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“Un solo cerebro humano tiene más conexiones que toda la red de Internet”

Lo que veréis en las siguientes imágenes, ese laberinto de colores, redes y conexiones, no es el cableado de una sofisticada computadora sino una tomografía de un fragmento de la corteza cerebral de un ratón, con miles de millones de sinapsis. Como comentábamos al hablar del “proyecto Conectoma”, los científicos están tratando de trazar un mapa del cableado cerebral, pero la tarea es incluso más compleja de lo que esperaban.



Este vídeo, por ejemplo, es obra del trabajo de varios años en la Universidad de Stanford, donde un equipo de científicos han diseñado un sistema para tomar pequeñas láminas del cerebro de un ratón y navegar después por ellas en tres dimensiones. Para ello, como explican en CNET, introdujeron en el tejido una proteína fluorescente que hace brillar las neuronas más grandes y facilita la visualización de la red de conexiones.

Stephen Smith, uno de los autores del estudio, lo resume así esta semana en la revista Neuron:

"Una sinapsis, por sí misma, se parece más a un microprocesador – con almacenamiento de memoria y la parte de procesador de información – que a un mero mecanismo de apagado y encendido. De hecho, una sinapsis puede contener del orden de 1.000 conexiones a escala molecular. Un solo cerebro humano tiene más conexiones que todos los computadores y routers y conexiones de Internet de la Tierra."



Somos nuestro “conectoma”

¿Qué somos los seres humanos? ¿De qué están hechos nuestros pensamientos? ¿Dónde se almacenan nuestros recuerdos? Los lectores más avezados habrán escuchado hablar en los últimos meses del denominado proyecto Conectoma, un intento de diseñar un mapa preciso de las conexiones neuronales de nuestro cerebro. Igual que se desentrañó el Genoma, este grupo de científicos pretende desenredar esta inmensa madeja neuronal conexión a conexión en busca de una respuesta a todas estas cuestiones.

Pero el reto es complejo y difícil de explicar. Por eso esta charla de Sebastian Seung en los TED Talks tiene un valor divulgativo incalculable. Su viaje empieza con un nemátodo microscópico que apenas contiene 300 neuronas, continúa por una insignificante sinapsis en un cerebro de ratón y se abre a través del árbol de neuronas hasta mostrarnos a escala las dimensiones del bosque.




Hace algunas décadas los científicos consiguieron identificar cada una de las 300 neuronas de ese pequeño nemátodo llamado Caenorhabditis elegans y trazar el único mapa neuronal completo (o conectoma) hasta la fecha. Teniendo en cuenta que el nemátodo cuenta con apenas 7.000 conexiones, y que cada milímetro cúbico de nuestro córtex cerebral contiene aproximadamente 1.000 millones de sinapsis, ¿cuánto costaría trazar el mapa del cableado de nuestro cerebro? La aventura se antoja ambiciosa.

Como explica Seung, la base del proyecto se asienta sobre la vieja hipótesis de que nuestros recuerdos están “almacenados en la conexiones entre neuronas” y que “quizá otros rasgos de nuestra personalidad están codificados ahí”. Esto no quiere decir que estemos predeterminados por nuestras estructuras neuronales, puesto que la propia actividad neuronal modifica la red a cada momento y el mero hecho de mirar o pensar la altera y la hace única.

El laboratorio de Seung y otros como el suyo están escaneando cada milímetro del cerebro e identificando cada conexión mediante diferentes colores con la esperanza de obtener un mapa completo. “Algún día”, asegura, “una flota de microscopios capturará cada neurona y cada sinapsis en una inmensa base de datos de imágenes, y la inteligencia artificial de las supercomputadores analizará las imágenes para resumirlas en un conectoma.”

¿Conseguiremos entonces comprendernos mejor a nosotros mismos? ¿Tejeremos y destejeremos la estructura del cerebro a nuestro antojo y crearemos alguna inteligencia artificial que lo imite? ¿Viviremos para siempre conservando la estructura de nuestras conexiones? Sobre esto hay puntos de vista más y menos optimistas, pero no cabe duda de que pocos debates científicos son tan apasionantes y tienen tantas ramificaciones como éste.




Tomado de:

http://amazings.es/2010/11/18/un-solo-cerebro-humano-tiene-mas-conexiones-que-todo-internet/

http://amazings.es/2010/10/04/somos-nuestro-conectoma/
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Roger Penrose asegura haber detectado otro universo antes del Big Bang

De Jose Manuel Nieves (el 23/11/2010 a las 00:35:38, en Ciencia)



Según la teoría clásica, el Universo en que vivimos comenzó hace 13.700 millones de años con el "Big bang", una gran explosión de la que, además de la propia materia, surgieron también las leyes físicas que rigen su existencia, incluidos el espacio y el tiempo. Ahora, Roger Penrose, de la Universidad de Oxford y uno de los físicos más brillantes de la actualidad, cree haber detectado "atisbos" de la existencia de otro universo. Uno que existía antes que el Big Bang. Lo cual pone, literalmente, patas arriba las teorías cosmológicas actuales.

En un artículo recién publicado en ArXiv.org, Penrose explica que ha llegado a esa extraordinaria conclusión tras analizar, en los datos del satélite WMAP, ciertos patrones circulares que aparecen en el fondo de microondas cósmico y que sugieren, ni más ni menos, que el espacio y el tiempo no empezaron a existir en el Big Bang, sino que nuestro universo existe en un ciclo continuo de "rebotes" que él llama "eones". Según Penrose, lo que actualmente percibimos como nuestro universo, no es más que uno de esos eones. Hubo otros antes del Big Bang y habrá otros después.

Unas ideas que se oponen frontalmente al modelo cosmológico más extendido en la actualidad: el de universo inflacionario. Según dicho modelo, el universo empezó en un punto de densidad infinita (el Big Bang) hace aproximadamente 13.700 millones de años, se expandió de forma extremadamente rápida durante una fracción de segundo, y ha continuado expandiéndose mucho más lentamente desde entonces, un tiempo durante el cual han ido surgiendo galaxias, estrellas, planetas y, finalmente, los seres humanos.

Penrose, sin embargo, está convencido de que el modelo inflacionario no cuadra con el bajísimo estado de entropía que hizo posible el nacimiento del universo tal y como lo conocemos. Y tampoco cree que el espacio y el tiempo empezaran a existir en el momento del Big Bang, sino que el Big Bang fue, de hecho, sólo uno entre una serie de muchos acontecimientos similares, con cada uno marcando el inicio de un nuevo “eón” en la historia del universo.

Las teorías de Penrose implican que, en un futuro lejano, el universo volverá, de alguna manera, a tener las condiciones que hicieron posible el Big Bang. Según el físico, en esos momentos la geometría del universo será suave y lineal, muy diferente a como es ahora, con abundantes picos y discontinuidades. Esta futura continuidad de forma, afirma, permitirá una transición desde el final del actual eón, con un universo muy expandido e infinitamente grande, al inicio del siguiente, cuando de nuevo se hará infinitamente pequeño para estallar formando el siguiente Big Bang.

El físico asegura que ha encontrado pruebas que sostienen lo que dice. Y que esas pruebas están en el fondo cósmico de microondas, los ecos lejanos del propio Big Bang, una especie de rescoldo de aquella gran explosión que es detectable, hoy, en cualquier punto del universo.

Analizando, junto a su colega armenio Vahe Gurzadyan, siete años de datos del satélite WMAP, que está diseñado precisamente para medir el fondo de microondas, Penrose ha detectado con claridad una serie de "círculos concéntricos", regiones en el cielo de microondas en los que el rango de temperatura de la radiación es notablemente menor que en otros sitios.

Son precisamente esos círculos los que nos permiten "ver" a través del Big Bang, vislumbrando el eón que que existió anteriormente. Los círculos, dicen Penrose y Gurzadyan, son marcas dejadas en nuestro eón por las ondulaciones esféricas de las ondas gravitatorias que se generaron cuando los agujeros negros colisionaron en el eón anterior.

Y estos círculos, sostienen, suponen un serio problema para la teoría inflacionaria, según la cual la distribución de las variaciones de temperatura en el cielo deberían ser Gaussianas, o aleatorias, en lugar de tener estructuras discernibles en su interior.

Si Penrose tiene razón, cambiará por completo la forma que tenemos de percibir el universo en que vivimos, su nacimiento y su destino final.
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La bacteria que puede sustituir al cemento

Modificada genéticamente, consigue rellenar grietas en los edificios al reproducirse y segregar una especie de «pegamento» tan resistente como el hormigón


neoteo
Día 22/11/2010 - 17.28h

Científicos de la Universidad de Newcastle ha modificado genéticamente una bacteria que se encuentra en los sueldos de casi todo el mundo para que adquiera la capacidad de rellenar las aberturas y grietas que se producen en estructuras de concreto. Cuando se encuentra en contacto con el cemento, esta bacteria se reproduce y segrega carbonato de calcio y una especie de pegamento que, juntos, poseen una solidez semejante a la del concreto. Sus creadores afirman que es el fin de las grietas, pero ¿no podrían resultar peligrosas?


U.Newcastle_La bacteria se reproduce y sella las grietas


¿Quien no ha visto una grieta en una pared? Las estructuras rígidas, aún las que mejor han sido construidas, tienen una inconveniente tendencia a rajarse. Por eso los ingenieros refuerzan sus obras más importantes con hierros, buscando la manera de proporcionar mayor solidez al conjunto. Pero aunque no lleguen a poner en peligro la estabilidad de un puente o edificio, las fisuras que se presenten en muros y fachadas deben ser selladas, ya que la acción de la lluvia y demás elementos puede convertir una pequeña grieta en un gran problema. Es difícil estimar cuanto dinero se gasta en el mundo reparando ese tipo de daños, pero seguramente no debe de ser una cifra pequeña.

Un grupo de nueve estudiantes de la la Universidad de Newcastle podría acabar con este problema, gracias al “trabajo” de una pequeña bacteria modificada genéticamente. Estos alumnos, procedentes de carreras tan dispares como la informática, la ingeniería civil, la microbiología y la bioquímica, participaron en el concurso Internacional Genetically Engineered Machines (iGEM, o Máquinas Manipuladas Genéticamente), que organiza el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) en Cambridge, Boston. El objetivo del iGEM es incentivar a los estudiantes para que desarrollen organismos -generalmente bacterias- mediante técnicas de ingeniería genética para que puedan hacer algo nuevo y útil. Más de 130 equipos participaron en el evento de este año y es la tercera vez que la Universidad de Newcastle consigue el oro. El trabajo de estos estudiantes ha producido una bacteria, llamada BacillaFIlla, que es capaz de sellar grietas en estructuras de hormigón.


Excretan calcio y cola

Los microbios originales, una bacteria común que vive en los suelos, fueron modificados genéticamente para introducirse en las delgadas grietas existentes en el hormigón. Una vez allí, comienzan a reproducirse y excretar una mezcla de carbonato de calcio y cola, que al endurecerse adquiere una rigidez semejante a la del cemento, sellándola. Esto contribuye de forma directa a prolongar la vida útil de las estructuras expuestas al medio ambiente, a un costo ridículamente bajo. Además, estas reparaciones podrían tener un positivo impacto ecológico.

La Doctora Jennifer Hallinan, instructora del equipo ganador del iGEM, explica que “alrededor de cinco por ciento de las emisiones de dióxido de carbono provocadas por el hombre provienen de la producción de hormigón, siendo esta actividad una importante contribución al calentamiento global. Encontrar una forma de prolongar la vida útil de las estructuras existentes significa que podríamos reducir este impacto ambiental, y trabajar hacia una solución más sostenible.” En este contexto, la BacillaFilla con su utilísima habilidad podría convertirse en el invento del año.


Gen de autodestrucción

Hallinan cree que la bacteria “podría ser particularmente útil en zonas de terremotos, donde cientos de edificios tienen que ser derribados porque no disponemos de una forma simple de reparar las grietas y devolverles sus buenas condiciones estructurales." Sin embargo, hay otros factores a tener en cuenta. Por ejemplo, es lícito preguntarse qué ocurre con estos bichos una vez que la grieta en la que tan a gusto se han reproducido como conejos está sellada. ¿Adónde van? ¿No existe el peligro de que se multipliquen peligrosamente, sellando ranuras que en realidad no son grietas sino partes necesaria de la estructura? Dada la importancia de estas cuestiones, los integrantes del equipo han previsto que la BacillaFilla sólo comiencen a reproducirse cuando están en contacto con el hormigón -"reconocen” el pH específico de este material- y le han adosado un “gen de autodestrucción” que impide que puedan sobrevivir en el medio ambiente.

Todo parece haber sido previsto. Las bacterias llegan a un muro, comienzan a introducirse en las grietas, y “saben” que han llegado al fondo de la misma debido al incremento del número de bacterias a su lado. Esta situación activa el funcionamiento de la colonia, que está compuesta por tres tipos de individuos: los que producen cristales de carbonato de calcio, los que se convierten filamentos de refuerzo y las que producen un pegamento que actúa como agente de enlace y llena el vacío. Sin dudas, se trata de un gran avance que posee el potencial de solucionar un gran problema a la vez que protege el medio ambiente. Solo habría que comprobar a fondo la eficacia del “mecanismo de autodestrucción” incorporado en sus genes para no terminar con enorme problema entre manos.
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La ropa para hacernos invisibles, a un paso

Físicos británicos crean un material flexible que consigue esquivar la luz y hace desaparecer los objetos al ojo humano

ABC / madrid
Día 04/11/2010 - 14.52h

Investigadores de la Universidad de Saint Andrews en Escocia han desarrollado un material que da un paso más hacia la creación de prendas de invisibilidad capaces de manipular la luz para ocultar los objetos de la visión, como la famosa capa de Harry Potter. Los resultados de su trabajo se publican en la revista New Journal of Physics.


NJP_Una membrana del nuevo material Metaflex

Dos de los principales retos en el desarrollo de una prenda que pueda hacer invisibles los objetos que cubre son, por un lado, producir meta-átomos lo suficientemente pequeños para interactuar con la luz visible y, por otro, que estos diminutos elementos sean lo suficientemente flexibles.

Los físicos han diseñado un nuevo material denominado Metaflex que puede superar ambos obstáculos. Este metamaterial, compuesto de meta-atómos capaces de desligarse de una superficie rígida, interactúa de forma especial con la luz. En vez de reflejarla, la curva, de manera que los rayos que lo rodean recuperan su trayectoria y siguen su camino. Lo que se sitúa detrás de este material especial, simplemente, se esfuma en el aire. Parece un truco de magia, pero tras este logro hay un complicadísimo estudio de la Física. Este efecto de invisibilidad ya se había conseguido otras veces, pero en esta ocasión da un paso más allá. Anteriormente, el efecto se había conseguido con luz no visible (infrarojos y microondas). Ahora, se ha conseguido dentro del rango de luz visible para el ojo humano. Cualquiera puede comprobarlo.

Un poro de Harry Potter

Además, los autores también han conseguido que el material sea flexible y lo suficientemente grande para que no se quede sólo en el ámbito experimental de la nanotecnología y pueda adoptarse para una variedad de aplicaciones. Su muestra mide 5x8 milímetros cuadrados. No puede cubrir entero a Harry Potter, pero es un primer paso.

El nuevo material «podría utilizarse para crear ropa inteligente y en lentes de contacto desechables», explica Andrea Di Falco, director del proyecto. «Es un gran paso adelante en muchos sentidos», ha añadido Ortwin Hess, físico del Imperial College. «Está claro que no es una capa de invisibilidad aún, pero es el paso correcto hacia ella», ha afirmado.
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Físicos creen posible crear un «agujero» en el espacio y el tiempo

Aseguran que se puede ocultar una escena completa que ocurra ante nuestros ojos con una nueva capa de invisibilidad que manipula los rayos de luz

ABC / madrid
Día 17/11/2010 - 17.04h


Se podría ocultar la acción durante segundos o minutos (Flickr/BinayCoco)


Un ladrón podría entrar en la cámara secreta de un banco, forzar la caja fuerte, cerrar la puerta y largarse mientras la cámara de seguridad de la entidad solo muestra una habitación vacía y la caja fuerte... herméticamente cerrada. ¿Cómo lo ha conseguido el atracador? ¿Un truco de ladrón de guante blanco? No. Un truco de físico. Se trata de una nueva capa de invisibilidad que llega mucho más lejos de las que hasta ahora han presentado los científicos. No solo es capaz de ocultar un objeto material ante nuestros ojos sino que hace desaparecer una escena completa que ocurre en el espacio y el tiempo. Está pasando, pero no lo podemos ver. De momento, esto es solo una teoría, pero en el futuro podría hacerse realidad. La investigación aparece publicada en la revista Journal of Optics.

La fórmula para hacer desaparecer una escena completa consiste en utilizar los mismos metamateriales que ya se han empleado para la fabricación de otras capas de invisibilidad -las hay incluso en tres dimensiones-, y un efecto de la óptica. En teoría, ciertas fibras ópticas de silicio son capaces de producir este efecto gracias a la variación del índice de refracción, es decir, la velocidad de la propagación de la luz en las fibras. «Normalmente, la luz pierde velocidad cuando penetra en un metamaterial, pero es teóricamente posible manipular los rayos luminosos de tal forma que una parte de ellos se acelere, mientras el resto se ralentice» más de lo normal, explica Martin Mc Call, principal autor de la investigación y profesor en el Imperial College London.


Como en Star Trek

La parte de la luz acelerada llegaría antes que dicho acto se produzca, mientras que la parte más lenta llegaría después de la acción. Al dividir la luz y recomponerse «sin dejar huella», la acción quedaría literalmente en sombra y pasaría desapercibida para un observador. «Si alguien se desplaza a lo largo de un pasillo, le daría la impresión a un observador alejado de que de repente desaparece y aparece un poco más lejos, creando la ilusión de una teletransportación como en Star Trek», añade. Cuanto mayor sea el evento que se desea ocultar, mayor será la distancia necesaria para manipular la luz.

La teoría del vacío espacio-temporal podría ser ya utilizada, a través de las fibras ópticas, en el ámbito de la informática para multiplicar la capacidad de cálculo de los ordenadores.
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